lunes, 28 de agosto de 2017

El abrazo de la Cruz (II)

Fue la forma original de la representación de Jesús portando la Cruz, la iconografía del Nazareno que se extendió desde comienzos del siglo XVI y que en Sevilla venía a ampliar la principal devoción de los siglos anteriores, la del culto a la Cruz (Vera- Cruz, Sangre y Cinco Llagas) y a la Virgen. La expansión de la nueva representación fue notable tras el Concilio de Trento, que abrió paso definitivo a las cofradías de Jesús Nazareno (portando la cruz), aunque todavía en el último tercio del siglo anterior las cofradías advocadas del Nazareno no llegaban a ser un tercio respecto a las dedicadas al Crucificado. La representación además permitía unas mayores posibilidades escenográficas e iconográficas, ya que permitía ceremonias añadidas como los encuentros con el paso de palio, ceremonias como la humillación o incluso la bendición de los fieles por mecanismo articulados en las imágenes del Nazareno.

Durante todo el siglo XVI la forma de representación del Nazareno continuó el modelo del abrazo a la cruz en la que Cristo portaba el madero por el brazo más largo. Una representación que parte del mundo medieval y que se expandió con el grabado renacentista, estando ya representada hacia 1528 en el retablo mayor de la Catedral, donde aparece la escena en la que Jesús carga con la Cruz entre expresivos sayones y peculiares soldados entre los que destaca uno que toca una peculiar trompeta, curioso secundario que se mantendría durante mucho tiempo en otras escenas pasionistas. La talla de Jorge Fernández vive todavía de los presupuestos góticos pero anticipa en muchos elementos del primer Renacimiento.


La iconografía del abrazo se popularizó en la segunda mitad de siglo con una pintura de las gradas de la Catedral, el conocido nazareno de los Ajusticiados que realizó el pintor Luis de Vargas, una pintura en una capilla abierta a la que se encomendaban los ajusticiados que circulaban en procesión desde la Audiencia o desde la Cárcel Real.


Una pintura que debió sufrir las inclemencias de su situación al aire libre y que acabó siendo sustituida por otra similar de Juan de Espinal, ya en el siglo XVIII, con la peculiaridad de mostrar a Jesús portando túnica blanca. La obra debió influir en la iconografía de la hermandad de la Santa Cruz en Jerusalén, que ya tenía esta advocación, mostrando su Titular esta forma de representación se puede contemplar en un antiguo dibujo que conserva la histórica hermandad del Silencio. La influencia de la pintura de Vargas también se puede rastrear en las mismas reglas de la corporación, en una de sus páginas aparece una ilustración que denota la influencia y popularidad del modelo original.


En los años finales del siglo tuvo gran devoción el Nazareno titulado de las Fatigas, según recoge el testimonio del Abad Gordillo, una imagen de talla completa que se sigue conservando en la parroquia de la Magdalena


fuente. Manuel Jesús Roldán, PASIÓN EN SEVILLA

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